La ciudad del silencio está repleta de búhos, con sus pupilas dilatadas, alerta, ante una densa brisa de indiferencia que eriza sus plumas. Ellos se encuentran observando, callando, pensando, en 360 grados, queriendo comunicarse, pero algo los hace detenerse. Son identificables, se muerden sus uñas, usan audífonos, desvían la mirada, tapan su rostro con el flequillo pero ahí están, sin ser escuchados, por miedo, el sentimiento más atador que se puede incrustar en la conciencia, en el metro arrinconados a la puerta trasera, en la micro, parados frente a la salida central, pero solitarios como un escarabajo en el desierto.
jueves, 13 de octubre de 2016
La ciudad del silencio.
La ciudad del silencio está repleta de búhos, con sus pupilas dilatadas, alerta, ante una densa brisa de indiferencia que eriza sus plumas. Ellos se encuentran observando, callando, pensando, en 360 grados, queriendo comunicarse, pero algo los hace detenerse. Son identificables, se muerden sus uñas, usan audífonos, desvían la mirada, tapan su rostro con el flequillo pero ahí están, sin ser escuchados, por miedo, el sentimiento más atador que se puede incrustar en la conciencia, en el metro arrinconados a la puerta trasera, en la micro, parados frente a la salida central, pero solitarios como un escarabajo en el desierto.
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